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martes, 5 de noviembre de 2013

martes, 5 de junio de 2012

Jeanne Baret, la primera mujer que dió la vuelta al mundo

En 1766 Jeanne Baret se embarcó como asistente del botánico Philibert Commerson en la primera circunnavegación francesa del mundo, en la que se realizó un catálogo de especies de todo el planeta.

La expedición empleó dos barcos de guerra franceses, al mando de Louis Antoine de Bougainville, en los que no estaba permitida la presencia de mujeres por lo que hubo de disfrazarse de hombre durante los tres años de travesía (1766-1769). Aunque embarcada de incógnito, finalmente fue descubierta su condición de mujer en 1768. Es obligada a desembarcar el Isla Mauricio junto a Commerson el cual moriría allí en 1773.



Sola y sin recursos, Jeanne abrió un cabaret en Port Louis. Conoció a un oficial naval francés, natural de Perigord, Jean Dubernat, con quien se casó el 17 de mayo de 1774 en la Catedral de S. Luis. La pareja regresó a Francia, completando así la vuelta al mundo.


miércoles, 23 de marzo de 2011

El misterioso manuscrito Voynich

El manuscrito Voynich es uno de los manuscritos más misteriosos que se hayan encontrado, ya que fue escrito por un autor desconocido en un lenguaje que nadie entiende. Ahora, un equipo de investigadores de la Universidad de Arizona ha resuelto uno de los mayores misterios del libro: ¿Cuándo fue confeccionado?

Usando la técnica de datación por radiocarbono, un equipo liderado por Greg Hodgins, del departamento de física de la mencionada universidad, ha dictaminado que las páginas de pergamino del manuscrito datan de principios del siglo XV, lo cual implica que el libro es un siglo más viejo de lo que se pensaba.

Este tomo, digno de un relato de H.P. Lovecraft y sobre el que no han faltado comparaciones con el polémico Necronomicón (un libro maldito citado a menudo por Lovecraft en su narrativa), cuenta con filas de texto escrito sobre pergamino, situadas alrededor de ilustraciones dibujadas de manera muy detallada y que representan plantas, mapas astronómicos y figuras humanas bañándose en lo que algunos han interpretado como una alusión a la fuente de la juventud.


A primera vista, el Manuscrito Voynich parece no ser diferente a cualquier otra antigua obra renacentista con texto y arte gráfico. Por ejemplo, las tonalidades de los colores denotan el uso de los pigmentos típicos de la paleta del Renacimiento, los disponibles en esa época.

Pero cuando se le mira más detenidamente, se aprecia que nada es lo que parece. Caracteres extraños, algunos recordando a letras latinas, y otros sin el menor parecido con los de los idiomas conocidos, están organizados en lo que parecen ser palabras y frases, excepto que no se asemejan a nada conocido que haya sido escrito (o leído) por seres humanos.
A lo largo de su existencia constatada, el manuscrito ha sido objeto de intensos estudios por numerosos criptógrafos profesionales y aficionados, incluyendo destacados especialistas estadounidenses y británicos en descifrados de la Segunda Guerra Mundial. Ninguno consiguió descifrar una sola palabra. Esta sucesión de fracasos ha convertido al manuscrito en el Santo Grial de la criptografía histórica, pero ha alimentado también la teoría de que el libro no es más que un elaborado engaño, una secuencia de símbolos al azar sin sentido alguno.

Sin embargo, el que cumpla la ley de Zipf, que viene a decir que en todos los lenguajes conocidos la longitud de las palabras es inversamente proporcional a su frecuencia de aparición (cuantas más veces aparece una palabra en un idioma más corta es), hace pensar que se trata no sólo de un texto redactado en un lenguaje concreto, sino también que este lenguaje está basado en alguna lengua natural, ya que lenguajes artificiales como los élficos de Tolkien o el Klingon de Star Trek no cumplen esta regla. Esto es debido a que la explicación a esta ley se basa en la economía lingüística: las palabras que más utilizamos son más cortas y así requieren menos energía, por ello es el uso de una lengua el que acaba por imponer esta ley. Es prácticamente imposible que el autor del manuscrito Voynich conociera la ley de Zipf, enunciada muchos siglos después, y por tanto que la aplicase a un lenguaje inventado por él.

El manuscrito, que hoy es propiedad de la Biblioteca Beinecke de Manuscritos y Libros Raros de la Universidad de Yale, fue descubierto en 1912 en la Villa Mondragone, cerca de Roma, por el comerciante en libros antiguos Wilfrid Voynich, mientras clasificaba el contenido de un baúl de libros puestos a la venta por la Compañía de Jesús. Voynich dedicó el resto de su vida a desvelar el misterio del origen del libro y a descifrar el significado de sus caracteres. Murió 18 años después, sin haber conseguido desentrañar ninguno de los enigmas del libro.


Reelaborado a partir de  "Noticias de la Ciencia y la Tecnología" y  Wikipedia >>.